viernes, 21 de febrero de 2014

Cuento. ¿Quien quiere más a su Madre?


Una madre tenía cinco hijos: Pedro, Juan, Salvador, Manuel y Rafael. Eran muchachos con sus virtudes y sus defectos, que unas veces sabían ser generosos y otras no tanto, que unas veces estudiaban y otras les vencían la pereza, que unas veces se peleaban con sus amigos y otras sabían perdonar. Lo común en los niños.

La madre era santa y siempre practicaba el bien, con lo que se ganaba la admiración de unos y el desprecio de la gente que se aleja de Dios. Por esta razón, la madre les aconsejaba a los niños: sed buenos, sed mansos. Si alguien me critica, no respondáis. Si alguien me insulta, dejadlo pasar.

Pero transcurrieron los días y un muchacho del pueblo se mofó gravemente de la buena mujer cuando paseaba con sus cinco hijos. Pedro le devolvió el insulto, hecho ante el que la madre le corrigió. Sus hermanos apostillaron:

- Juan: no hay que dar importancia a un insulto.
- Salvador: pasa de él.
-Manuel: no das ejemplo de bondad.
-Rafael: al final quedas a su altura.

Todo quedó en nada. Pero pasaron quince días y se volvió a repetir el suceso. El muchacho arrojó una bola de barro a la cara de la madre que le manchó la cara, el pelo y el vestido. Ante esto, Pedro insultó con furia al gamberro, que se alejaba entre risotadas. Los hermanos volvieron a decir:

-Juan: No te sulfures.
- Salvador: piensa que es sólo barro.
- Manuel: está mal lo que ha hecho, pero también está muy mal tu actitud.
- Rafael: si mamá desea que seas bueno, comportándote así más que defenderla, la ofendes.

La madre llamó a la calma a Pedro. Le explicó que no podía reaccionar como había hecho. Pero la vida es testaruda y el gamberro de la bola de barro volvió a aparecer. Esta vez para empujar a la madre y tirarla al suelo, por pura diversión. Pero la reacción de Pedro no fue calmada. Se arrojó sobre él para pegarle. Por suerte los cuatro hermanos y la madre lo separaron a tiempo, con lo que el sinvergüenza huyó. Los cuatro hermanos le recriminaron con dureza:

-Juan: Qué Qué barbaridad, Pedro!
- Salvador:  Has demostrado ser un bárbaro.
-Manuel: Me avergüenzas.
-Rafael: Es increíble lo bajo que has caído.

La madre le hizo prometer que nunca lo haría: “Tienes un carácter y una forma de ser que tienes que pulir. En la vida hay que reaccionar de otra manera. No has hecho las cosas como debías, pero…” Y calló.
Calló, porque pensó: “no has hecho las cosas como debías, pero me quieres más que los demás.”

COMENTARIO: ¿No encontráis algún parecido en este cuento a la situación actual de los fieles con la iglesia? Quizás todos sean tan píos que las ofensas a Dios y a su Institución sean capaces de afrontarlas con frialdad inglesa. O quizás tienen horchata en la sangre… sólo para defender a Nuestro Señor, que no a sus intereses.

PD1. Por una extraña e indescifrable razón, el muchacho después de que Pedro casi le partiese la cara no volvió a meterse con la madre.

PD2. Cuando Pedro defendió con la espada a Jesús, habría que preguntarse si al Señor se le pasó por la cabeza algo parecido a lo que se le pasó a la madre del cuento. Y es que da que pensar que al final Jesús confirmase a este apóstol, con sus muchos defectos, como cabeza de Su Iglesia.

2 comentarios:

  1. La naturaleza de las personas es muy distinta y cada cual actúa de maneras mil no por eso significar que uno ame más o menos a Dios o a sus padres. Y eso el señor lo sabe...

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  2. Sí, tienes razón. En todo caso, al principio del cuento se dice que los muchachos unas veces se peleaban, otras eran buenos. O sea, que cuando un compañero les insulta muy probablemente se lancen a por él, pero cuando insultan a su madre les viene una repentina beatitud.

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