sábado, 5 de abril de 2014

LA NATURALEZA DEL FORMALISMO


En un post anterior reflexioné sobre el formalismo: ¿es fariseo el formalismo?

Ahora creo acertado hacer una segunda reflexión: la naturaleza del formalismo.

Para mi un formalismo equilibrado es aquél que se preocupa de la forma porque sabe que implica un contenido. La estrecha relación entre forma y contenido es innegable. Será bueno o malo, según busque un buen fin o no. La preocupación de San Francisco de Asís por guardar preciosamente la Sagrada Forma era buena, pues pretendía no sólo el respeto al Santísimo sino su justa adoración.

Para mí un formalismo deformado es aquél que atendiendo a la forma acaba por alejarse del contenido o incluso haciéndolo incompatible con el mismo. Es una deformación en la preocupación por la forma. Es el caso de los fariseos a los que reprendía Jesús, muy atentos por guardar el sábado pero inicuos hasta el tuétano. Querer cumplir la voluntad de Dios siendo meticulosos en guardar las formas, y sin embargo desatender el verdadero amor a Dios y al prójimo, es un sinsentido. Estaban tan ciegos que atacaban al mismo Hijo de Dios que venía a cumplir la voluntad del Padre.

¿Cuales podrían ser los formalismos equilibrados, independientemente de que el fin que busquen sea acertado?
  • Pues es puro formalismo la preocupación del Papa Francisco por el cambio del Trono del Papado por un sillón blanco, la ausencia de muceta roja en la primera aparición de S.S.Francisco, el uso de coches de clase media para su transporte, etc. Puede que busque un buen fin, como transmitir humildad o sencillez. No lo sé. 
  • También es puro formalismo la preocupación de Benedicto XVI por conservar el uso del tradicional Trono pontificio, el uso de la muceta roja, el interés por una liturgia rica, etc. Buscará seguramente seguir la tradición y dignificar a la Iglesia y a Dios con el tratamiento que requiere lo sagrado.
¿Cual podría ser un formalismo deformado?
  • Aquel en el que importa más disfrazarse de pobre que atender a los pobres. Aquel en el que a fuerza de rebajar todo boato aludiendo a fines evangélicos rebaje el sentido de la adoración que se debe a Dios. Aquel en el que sólo se usan las formas sencillas para buscar la aprobación del mundo. En definitiva, lo encontraríamos en aquél formalismo que nada ayuda a cumplir la voluntad de Dios o que incluso se enfrenta a ella.
  • También lo encontraríamos en los inicuos que rezan sin amor a Dios y sin preocuparles lo más mínimo que sus vidas estén conforme al Evangelio. En las personas en las que la búsqueda de los ornatos litúrgicos no es para gloria de Dios sino por fetichismo vacuo. En aquellos que se preocupan de aparentar pero no de ser. En definitiva, lo encontraríamos en aquél formalismo que nada ayuda a cumplir la voluntad de Dios o que incluso se enfrenta a ella.
¿Puede haber un formalismo equilibrado pero que sirva a un mal fin?
  • Por supuesto. Y puede ser eficacísimo. La forma, repito, está muy unida al contenido. De siempre lo ha sabido la Iglesia y por ello le ha prestado mucha atención. Sigamos prestándosela, sabiendo que un estilo u otro conducen a caminos distintos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario