miércoles, 2 de abril de 2014

EL TRABAJO COMO EL SEXO


El trabajo es como el sexo en el sentido de que transfigura una sociedad. En lo que respecta a la sexualidad, la problemática no se reduce a lo íntimo del dormitorio. Lo mismo con el trabajo, que es más trascendente de lo que parece. No es algo que deba ser tratado en plan sindicalismo de barrio sino siendo conscientes de la profundidad que el asunto encierra.

El trabajo ocupa una parte importantísima de nuestras vidas. De hecho la mayor parte de las personas pasamos más horas sudando con el duro bregar que disfrutando con el peculio que el mismo nos proporciona. Un empleo define y marca nuestra personalidad, nos hace responsables, es un medio por el cual nos dignificamos y a su vez nos permite la libertad de poder encaminar nuestra vida. Sin él no sería posible la independencia de los padres, el disfrute de una casa propia, el mantenimiento de un matrimonio, la creación de una familia, el apoyo a los hijos, etc. Aconsejo leer la encíclica Rerum Novarum de Leon XIII.

Resulta que hoy día se da un fenómeno curioso. Los gobiernos estafan a los jóvenes. Sí, a aquellos a los que tanto halagan. Pero a la hora de la verdad les exigen por ley una formación exageradamente dilata en el tiempo, y tras la cual apenas pueden optar a ser becarios con salarios insultantes. La formación exigida no es para que sean mejores profesionales, pues no hace falta estudiar intensamente hasta los treinta para empezar a desempeñar una profesión. Esto es para comiencen su vida laboral bien tarde, ahorrándose así los Estados muchísimo dinero en las prestaciones por desempleo.

¿Alguien ha pensado que antes, con el salario del padre, se mantenía a una familia numerosa? Ahora trabajando él y ella apenas sostienen un apartamento para ambos. Los pocos empleos que se ofertan se reparten entre muchas más personas pues ahora la mujer trabaja, pero la suma de un salario más por familia no llega a ser beneficiosa pues los precios se han inflado a sabiendas de la existencia de estos dos sueldos por casa. En consecuencia la oferta laboral se reduce a la mitad y los precios se multiplican por dos. Y ocurriendo que el pez se muerde la cola, la mujer no tiene la opción de quedarse en casa porque son imprescindibles sus ingresos. Con esta inestabilidad laboral los Estados necesitan subir los impuestos para las necesarias prestaciones por desempleo. Otra vez el pez que se muerde la cola. Más impuestos, directos e indirectos, salarios más reducidos y coste de la vida más caro. Y por supuesto la inmigración, tan potenciada de manera subterfugia a fuerza de mezclar la misericordia para con los inmigrantes con las políticas de fronteras, no ayuda. Restan puestos de trabajo y encima ellos son explotados con condiciones vergonzantes que por necesidad aceptan. Y como a los empresarios les conviene esto, se crea una competencia desleal para con el ciudadano medio. Así no extraña que estén en auge derechas fascistoides como la del Frente Nacional de Francia, el partido de Le Pen, que nada tiene que ver con el catolicismo.

Toda esta situación laboral, a parte de ser injusta, tiene consecuencias en todos los ámbitos de la vida y de la moral. ¿Se ha pensado en cómo esto influye en las familias? Pues que las personas no tengan una mínima estabilidad laboral va en perjuicio de que construyan su propia familia. Que alguien no pueda casarse por esa razón hasta los treinta años va en perjuicio de la castidad. Que alguien no pueda garantizar el sostenimiento de una casa va en perjuicio del compromiso y del matrimonio. Son más viables las relaciones no formales y la banalidad en la afectividad. Que alguien no pueda prometer unos ingresos dignos, aun pudiendo garantizar el sostenimiento de la casa, va en perjuicio de la prole. Más anticonceptivos, por supuesto. ¿Y si no hay trabajo qué? Pues a viajar. Nada de asentar raíces. Menos compromisos, menos hijos, y menos sentido de la patria y de la cultura que nos pueda dejar.

Seamos buenos como palomas pero astutos como serpientes, así que no permitamos una deriva de fatales consecuencias.

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