Primera cuestión. ¿Qué es el Evangelio? Es la buena noticia.
De que Cristo ha resucitado. Pero es algo más. Es todo lo que contiene el Nuevo
Testamento, cuyas raíces se encuentran en el Antiguo.
Por lo tanto es Evangelio lo siguiente: Que Cristo ha
resucitado; que hay cielo; que hay infierno; las bienaventuranzas; el enfado de
Jesús con los mercaderes; el no juzgar y no seréis juzgados; los insultos de
Jesús a los fariseos; las alabanzas de Jesús a los que tienen fe; la cruz; la pasión; etc.
Todo eso es Evangelio. Y hablar de las bienaventuranzas
omitiendo las referencias al infierno, o viceversa, es falsearlo.
Así que supongo que será lógico que cuando se prediquen las
bienaventuranzas se haga con alegría, la pasión de Cristo con tristeza, y el
enfado de Jesús en el templo con indignación hacia quienes no respetan lo
sagrado.
Esto me parece bastante lógico, aunque hay gente a la que no
se lo parece. Y es que veo peligroso hacer más énfasis en cómo anunciar el
Evangelio que en el Evangelio mismo, pues sería difícil hacer todo el anuncio
en un mismo tono y actitud con la complejidad que tiene el texto sagrado
original. Si queremos poner a todo una pátina rosa, veremos que el amarillo se
vuelve salmón, el verde un marrón bizarro, y el blanco rosa. Hay otra táctica: resaltamos los tonos pastel y eliminamos el resto. Esto es lo que
unos no se dan cuenta y lo que otros pretenden.
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