Los buenistas desean
varias cosas para la Iglesia:
Que ésta sea literalmente pobre, es decir, que regale todos
sus bienes (no hablamos por tanto de la pobreza evangélica); que se limite a
ayudar a los demás pero deje aparte toda cuestión moral “molesta”; que se le quite
todo privilegio; que renuncie a todo poder (no hablo en lo personal, sino en lo
institucional o social); que renuncie a querer influir en la sociedad; que el Estado
excluya todo elemento religioso para no ofender a los que no tienen esa fe, o
para no influir a la ciudadanía en ese tipo de cuestiones; que se adapte a los
ideales comúnmente nominados como “progresistas”; que se limite a cultivar la
fe en la vida privada, etc.
Sólo así conseguirá el respeto de todos.
Y ahora me pregunto yo, ¿hay en estos deseos un interés real
de carácter moral? Quizás para algunos fáciles de comer el coco sí, pero ¿no
habrá en los promotores de estas ideas intenciones escondidas que desean que la
Institución que creó Jesús quede capitidisminuida a una ONG que no exija ni
tenga poder para influir en el mundo según las enseñanzas del Señor? Porque yo en
lo personal puedo carecer de ambición para con el dinero y el mando, pero si
quiero a mi Iglesia, lógicamente le desearé poder e influencia para que se
pueda cumplir la voluntad de Dios en la mayor medida posible. De igual modo le
desearé poder e influencia a todo aquello que considero bueno, pretensión
normal para el común de los mortales, incluidos los progres. Cosa muy distinta
es la gente que se corrompe por el poder o el dinero, pero de eso no estoy
hablando.
Pues vuelvo por pasiva
los deseos a cualquier institución progre y les animo a lo mismo:
A que regalen todas las sedes y organismos que utilizan; a que
se dediquen a ayudar a los necesitados pero que renuncien a propagar su
ideología; a que por su bien sean apartados de todo poder; a que arrumben todos
sus privilegios; a que no influyan en la sociedad; a que el Estado excluya toda
forma de progresía para no ofender a los que no piensan así, o para no influir a
la ciudadanía en este tipo de cuestiones; a que adapten sus pensamientos a los
de la Iglesia; a que acoten sus ideologías dentro de lo íntimo de sus casas.
Supongo que ellos también anhelarán esto, pues constantemente
dejan bien claro que sus ideales de humildad y pobreza les hacen escandalizarse
ante la hipocresía de la Iglesia.
¿A que ahora se ven las cosas distintas? A ver si había gato
encerrado…
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