martes, 31 de diciembre de 2013

¿Si hay que querer al prójimo como a ti mismo, cómo entonces condenar o denunciar los males de alguien?



Lo primero es querer a Dios sobre todas las cosas. Lo segundo es querer al prójimo como a ti mismo. Esos son los dos mandamientos, resumen del resto, que nos dio Jesús. Y como vemos, Él coloca el primero por encima del segundo. 

Querer a Dios implica muchas cosas. No es solo un sentimiento. Quien no demuestra su amor con hechos evidencia tal amor como una cáscara vacía. De ahí que Jesús dijese aquello de "no todo el que me dice: "Señor, Señor", entrará en el Reino de los Cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre." Por eso amar a Dios implica el amor y la práctica de la justicia, de la rectitud, de la honestidad, etc. Y como el amor a Dios es sobre todas las cosas y el amor al prójimo es como a uno mismo, nuestra actuación con el hermano no puede ser a costa de, por ejemplo, abolir todo tribunal o condena. Y hay que repetir esto, porque lo de "no juzguéis y no seréis juzgados" ha sido tergiversado de tal manera que hasta cristianos de buena voluntad defienden auténticos disparates al respecto. 

Pero quieras que no, me dirán, si yo quiero al hermano como a mí mismo solamente podré querer ser bien tratado y huir de todo mal, como la cárcel si se diese el caso. ¿O acaso si los demás no son plenamente misericordiosos no me salvarían de cualquier condena aquí en la tierra, solamente con mi arrepentimiento? Pues en realidad no tiene porque ser así. Lo primero porque si amas a Dios sobre todas las cosas con todo lo que ello conlleva, verías justo que si cometieses un error, por ejemplo un delito, cumplieses una pena proporcional al mal causado. Puede que no sin misericordia, pero tampoco sin justicia. Pues la justicia y la misericordia no pueden ir reñidas. ¿O acaso alguien tendría la vergüenza de exigir (y digo exigir) en caso de asesinato no ir a la cárcel? Si lo exigiese sería a causa de su concupiscencia, no de su bondad. Si acaso, podría pedir la misericordia de que tras una larga condena, y previo arrepentimiento, le redujesen algo la prisión, pero no exigir la libertad o una pena irrisoria. ¿Y el indulto? También se puede desear. El indulto siempre ha existido, pero para su realización habría que tener en cuenta si el Estado vería mermada su autoridad frente a la delincuencia, cosa que seria obrar en contra del bien común. El indulto se puede realizar, y bien está, pero siempre con cabeza y según las circunstancias. Por supuesto, nunca entraría en la categoría de derecho. 

Y si yo mismo me transformase en un ser inicuo que extiende su mal a toda la sociedad, ¿no vería justo y merecido que denunciasen mi mal y pusiesen coto a mi iniquidad? Pues lo mismo para con el prójimo.

En definitiva, si para ti mismo exiges justicia, que no va reñida con la misericordia, para con el hermano se ha de hacer lo mismo.

Y una última consideración: la misericordia no es una burla a la justicia. Repasemos el catecismo. Para una buena confesión se necesitan cinco condiciones: examen de conciencia, arrepentimiento, propósito de enmienda, confesión, y cumplir la penitencia impuesta. Pues si hasta la Iglesia considera esto necesario para que Dios nos perdone, ¿será bueno que nosotros le robemos al hermano su deber de arrepentirse, del propósito de no volver a caer en la misma piedra, y de cumplir la penitencia impuesta?  
Por estas malas exégesis vienen los ciegos que no quieren ver que Jesús habló del infierno y de la dificultad de nuestra salvación más que repetidas veces. 

Sobre esta cuestión aconsejo leer también los dos post anteriores:

-  ¿Poner o no poner la otra mejilla?
http://cristoerasabio.blogspot.com.es/2013/12/poner-o-no-poner-la-otra-mejilla-esa-es.html

- Juzgar o no juzgar... esa es la cuestión.
http://cristoerasabio.blogspot.com.es/2013/12/juzgar-o-no-juzgar-esa-es-la-cuestion.html

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